En la inquebrantable y a veces absurda cotidianidad del Yermo, nos encontramos con un comerciante muy peculiar, conocido simplemente como «El Humorista del Yermo». Este avezado mercader ha decidido que no basta con chapas o bienes materiales; sus transacciones se llevan a cabo exclusivamente a cambio de buenos chistes.
El rumor se ha extendido de asentamiento en asentamiento, atrayendo tanto a comediantes aficionados como a aquellos desesperados por obtener provisiones. Pero, ¿cómo empezó todo?
Según quienes lo han encontrado en su pequeña guarida cerca de la vieja carretera a Megaton, El Humorista no lleva bien el nihilismo del Yermo, y agotó lo que alguna vez fue un gusto saludable por el humor en antiguas revistas de cómics que, con el tiempo, se desintegraron entre sus manos. Este desapego, combinado con una evidente escasez de comida, llevó al comerciante a buscar algo más valioso que agua purificada o armas: la carcajada.
Se dice que tiene un gusto exigente. Los chistes aburridos o demasiado trillados no serán recompensados. Algunos han salido de su tienda con las manos vacías y el ego magullado, mientras que otros han logrado intercambiar un simple comentario ingenioso por golosinas del Yermo, que van desde paquetes de Nuka-Cola hasta preciadas balas.
Además de su hambruna, se especula que el comerciante ha encontrado una forma de conectar. En un mundo donde la oscuridad puede ser abrumadora, el calor humano de una risa genuina puede ser el faro de esperanza que muchos necesitan.
El Humorista parece haber encontrado su nicho en el despiadado ecosistema comercial del Yermo. Algunos se burlan de su peculiaridad, mientras otros lo ven como un sabio que ha descubierto el verdadero propósito detrás de las transacciones: el intercambio cultural en su forma más pura.
Por muy extraña que sea su clientela, hay algo indudablemente fascinante en un hombre que, en medio de una tierra estéril y plagada de saqueadores, busca llenar el vacío con algo tan etéreo como la alegría. Entonces, si te encuentras con este comerciante único en su especie, no olvides llevar tus mejores historias y una buena dosis de humor: quizás puedas salir de su tienda con algo más que una sonrisa.
El hambre en el Yermo ha encontrado, a veces, métodos curiosos para ser saciada. Quizás, solo quizás, una buena risa y un bocado de pan no estén tan distantes entre sí como se piensa.
Así que, cuando te enfrentes a los peligros del Yermo, recuerda: a veces, lo más inesperado puede resultar ser tu mejor arma. ¿Y quién sabe? Tal vez el próximo gran comercio del siglo XXI no sea con chapas, sino con chistes.
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