Desde las ruinas calcinadas de Pueblo Radiado, donde el polvo no perdona y los geckos mutantes merodean con elegancia amenazante, nos llega una de esas noticias que solo el Yermo podría regalarnos.

Un viejo cine prebélico, antaño un templo del celuloide y los suspiritos de adolescencia, ha reabierto sus puertas. ¿Milagro tecnológico? ¿Truco de algún espíritu necrófilo amante del séptimo arte? No, amigos. Lo que proyecta no son películas.
Son anuncios de laxantes. Y nada más. En bucle. Eternamente.

Butacas raídas, pantallas gloriosas y peristaltismo emocional

Imaginaos sentados en la penumbra, rodeados de espectadores con cara de duda existencial, cuando de pronto aparece en pantalla:

¡Biosuavex: suavidad atómica para tus entrañas!

O el clásico:

LimpialoMax – ¡El alivio exprés que haría llorar a un supermutante!

Uno tras otro, estos anuncios de la era dorada del marketing intestinal se suceden como un manjar de eslóganes estridentes, animaciones cursis y jingles pegajosos que te dejan más limpio por dentro que una bomba de racimo en un váter químico.


Nostalgia, psicodelia y motilidad

El fenómeno ha generado una reacción inesperada: la gente vuelve. Una y otra vez.
No por las palomitas (que ya no existen), ni por los asientos (que crujen más que los huesos de un ghoul viejo), sino por esa sensación extraña de reconfortante rareza. Como si ver anuncios de medicamentos digestivos te reconectara con un mundo más simple… y menos radiactivo.

“Es hipnótico. Me hace sentir… limpio”, declara Don Pistones, viejo comerciante y líder espiritual del asentamiento.
“Además, desde que vengo cada semana, no he tenido ni un retortijón.”


¿Mensaje oculto o glitch de la memoria?

Algunos conspiranoicos sostienen que este cine es parte de un experimento de Vault-Tec para controlar la mente a través del tránsito intestinal. Otros aseguran que los anuncios están vivos y que, si los miras demasiado tiempo, te susurran las coordenadas de un váter sagrado escondido en las ruinas de un supermercado.

¿La verdad? Nadie lo sabe. Pero lo cierto es que este “Cine Laxante de Pueblo Radiado” se ha convertido en un punto de encuentro, una especie de catedral bizarra del pasado digestivo, donde lo absurdo y lo reconfortante se dan la mano mientras el eco de los jingles prebélicos resuena entre las paredes cuarteadas.


¿Quieres emociones fuertes? ¡Prueba con regularidad intestinal!

En un Yermo donde el peligro acecha a cada paso, encontrar un lugar donde lo único que se mueve es tu aparato digestivo, es casi un lujo.

Así que ya lo sabéis:
Si tenéis tiempo, curiosidad, y una inclinación por lo escatológico vintage, acercaos a Pueblo Radiado. No prometemos arte… pero sí muchas ganas de ir al baño.


Esto fue una transmisión especial del blog de Radio Rad-Yermo.
Donde la cultura, la radiación y el tránsito intestinal convergen como solo el Yermo sabe hacerlo.