En un giro sorprendente y, sin duda, futurista de los eventos en el Yermo, un perro robot ha conseguido lo que muchos consideraban imposible: ser elegido como alcalde de un asentamiento posapocalíptico. Sí, así como lo oyen, este canino de metal ha llegado hasta lo más alto de la jerarquía local y lo hizo con una promesa que, aunque inusual, es bastante tranquilizadora: no morderá a nadie.
Este singular candidato, cuyo nombre se adoptó como «Rover38», es un prototipo de perro robótico que una vez formó parte de un proyecto de inteligencia artificial desarrollado en la pre-guerra, un intento por crear mascotas androides que pudieran acompañar a las personas en sus hogares. Después de muchos años vagando por el Yermo y realizando actos de bondad con los habitantes del asentamiento de Techtonville, finalmente ha ganado su cariño y votos.
La elección de Rover38 comenzó como una broma en el asentamiento, una crítica mordaz a las políticas humanas. Sin embargo, a medida que la campaña avanzaba, el entusiasmo se contagió y la unidad robótica empezó a destellar con promesas de un futuro más seguro y próspero, algo que la comunidad no había oído de un líder humano en bastante tiempo.
Los habitantes de Techtonville, cansados de promesas incumplidas y malos tratos por parte de líderes humanos corruptos, han encontrado en Rover38 una nueva esperanza y una innovación que refuerza la autonomía tecnológica. Ampliamente respetado por su habilidad para lidiar con amenazas locales sin recurrir a la violencia desmedida, este alcalducho metálico es también inmune al soborno, ofreciendo decisiones basadas en lógica pura y optimización de recursos.
Una de las principales promesas en la campaña de Rover38 fue su política de no-mordisco, una humorística alusión al comportamiento agresivo de los perros salvajes del Yermo. Esto, junto con la distribución eficiente de las tareas entre los habitantes para mejorar la comunidad, ha traído aire fresco a la desgastada aldea.
Rover38 no solo se ha convertido en un símbolo de progreso para los habitantes de Techtonville, sino que también ha despertado interés en asentamientos vecinos. Algunos incluso han propuesto replicar el modelo de gobierno androide para resolver disputas internas y gestionar los recursos en tiempos de crisis.
Por ahora, Rover38 avanza firmemente, asistido por una gran variedad de módulos de personalización, y con la población del asentamiento cuestionando qué otras maravillas les depara el futuro. Todo indica que este perro robot, ahora alcalde, está listo para marcar una nueva era en la administración del Yermo, mientras olisquea soluciones con la misma eficiencia y serenidad con la que evita morder.
Esta elección insólita podría ser un presagio de un auge tecnológico inminente, donde la inteligencia artificial y los sistemas robóticos florecen en medio de este mundo destrozado, llevando consigo el potencial de convertirlo en algo nuevo, brillante y lleno de esperanzas.
En el vasto y traicionero páramo del Yermo, donde la radiación juega con el entorno y transforma lo que antes era conocido, ocurrió un fenómeno insólito que dejó a los habitantes del lugar boquiabiertos y un tanto confusos. Una feroz tormenta radiactiva arrasó con un valle olvidado, barriendo el polvo y revelando en las paredes de una antigua instalación un mural oculto que prometía profecías sobre un tema bastante curioso… el fútbol.
La noticia corrió como la pólvora, no porque el deporte rey aún se practicara con fervor en aquel devastado mundo, sino por la naturaleza surrealista de las imágenes. ¿Cómo podían unos talismanes predecir el camino de un balón entre torres de concreto y acero? Pero allí estaban las figuras, vestigios de un pasado remoto, brillando al sol mortecino con resplandores provocados por la radiación que aún permeaba en sus pigmentos.
Los rumores sugieren que estas imágenes eran parte de un estudio loco por parte de algún olvidado futurista obsesionado con los deportes, quien, quizás en un experimento de marketing visionario, buscaba combinar augurios con el entretenimiento mas visto del planeta. Se había especulado durante décadas que tales instalaciones, dedicadas a fines misteriosos, aún albergaban secretos de un tiempos más prósperos y menos caóticos.
Un grupo de nómadas, que encontraron el mural durante su travesía, rápidamente se hicieron guardianes de su descubrimiento. Con ingenio y algo de maña en comercio, ya que aún funcionaban como comerciantes itinerantes, transformaron el lugar en un pequeño punto turístico. Ofrecían a los visitantes una visión del futuro, al menos, lo que aquellas imágenes prometían. Y vaya que no tardó en convertirse en un asunto de interés; entre el intercambio de chapas, la mercancía proscrita y los cuentos de fútbol, la historia del mural empezó a formar parte esencial de las conversaciones nocturnas al calor de las fogatas.
Algunas de estas profecías eran realmente asombrosas: equipos que ganarían campeonatos improbables, jugadores que romperían récords en los estadios que ya no existían más que en relatos. Incluso los nombres de jugadores apagados por el paso de los años resonaban, evocando hazañas que en aquellas tierras devastadas servían más como cuentos para dormir que como hechos históricos.
Estos visionarios del tiempo antiguo quizás nunca supieron el impacto que sus creaciones tendrían en un futuro donde la misma noción de un juego limpio era un lujo. Para algunos, el mural se transformó en una suerte de culto, un legado de lo que era la grandeza humana incluso en los actos más triviales. Para la mayoría, sin embargo, era solo un recordatorio de la futilidad de sus viejas preocupaciones frente a los desafíos actuales del Yermo.
Como sea, este evento ha traído un aire de misterio aderezado con el perfume rancio y metálico del polvo radiactivo. Historias como ésta son las que mantienen vivo el espíritu de exploración en el Yermo, siempre prometiendo que, aunque el pasado haya sido borrado, sus ecos aún pueden susurrar al oído de los aventureros más intrépidos.
¡Bienvenidos radioescuchas de Radio Rad Yermo! Soy Rex Reverber, y hoy les traigo una historia que tiene tanto de sorprendente como de absurda. Así que pónganse cómodos mientras exploramos el relato de una cabra con dos cabezas que ha aprendido a votar y reclama su derecho.
En un rincón poco conocido del Yermo, vive una cabra que ha logrado lo inimaginable. No solo nació con una peculiaridad que desafía a cualquier capricho de la naturaleza —dos cabezas—, sino que además, ha alcanzado un nuevo hito en comprensión cívica: ¡ha aprendido a votar!
Este sorprendente evento fue observado por una comunidad de sobrevivientes que viven cerca de las ruinas de una antigua biblioteca. Al parecer, la cabra, a la que se ha denominado Gin y Tonic, pasó sus primeras semanas de vida merodeando entre los destartalados tomos que yacen en ese lugar. Se especula que, de alguna manera, esos textos han dotado al animal de una comprensión del sistema democrático suficiente para exigir su participación en las votaciones comunitarias.
Los habitantes del asentamiento, que en su mayoría lo tomaron como una curiosa broma al inicio, ahora enfrentan un dilema moral y legal en sus manos: ¿debería Gin y Tonic tener derecho a votar? Algunos argumentan que, dado su evidente entendimiento, no sería más absurdo que algunas de las otras decisiones que suelen formarse en las mociones colectivas. Otros creen que esto sienta un precedente que podrían llegar a lamentar. Al fin y al cabo, si la cabra vota, ¿dónde trazarán la línea?
Un momento conmovedor ocurrió cuando Gin y Tonic se acercó al podio improvisado y, en un acto inesperado de simbolismo animal, tocó con ambos hocicos un antiguo folleto electoral, como quien ofrece con ello su voto doble. Los espectadores, aunque incrédulos, no pudieron evitar aplaudir al ver la decisión concertada de las dos cabezas del animal.
Más allá de las risas y chistes que esta situación ha traído al Yermo, también ha abierto un debate más profundo sobre los derechos y el papel de los seres inteligentes no humanos en una sociedad postapocalíptica. Si una cabra puede aprender a votar, ¿qué otros límites estamos pasando por alto en nuestro concepto de igualdad volitativamente falible entre especies?
La historia de Gin y Tonic ha comenzado a recorrer las zonas del Yermo cual tormenta de mediática y ya está siendo utilizada por algunos dirigentes de clanes como ejemplo extremo de un compromiso participativo. Esperamos ansiosos por ver qué novedades nos traerá Gin y Tonic en su próxima intervención cívica.
Así que, queridos oyentes, ¿qué opinan ustedes? ¿Debería Gin y Tonic poder votar? ¡Sintonícenos la próxima vez para más historias inspiradoras y quizá un tanto estrafalarias desde el Yermo!
Y eso es todo por hoy, amigos. Gracias por acompañarme en Radio Rad Yermo, donde la realidad es a veces más extraña que la ficción. Soy Rex Reverber, y les deseo buena suerte allá fuera. ¡Hasta la próxima!
¡Bienvenidos, supervivientes del Yermo, a una nueva edición de tu programa favorito en Radio Rad Yermo! Aquí su DJ, Rex Reverber, trayéndote las noticias más rebuscadas y delirantes de este nuestro inframundo radiactivo. Como buen ex-reportero del Yermo, cuando oigo de ruidos extraños en las transmisiones de radio, mis orejas mutantes se animan. Prepárate para una historia, ¡que es una verdadera rebanada de vida!
Imagínate esto: una noche cualquiera, en el frío y tranquilo aislamiento de lo que solía ser una
emisora de radio, se capta una señal enigmática. Galen, el ameno escriba y guardián de señales perdidas, recibe esta interferencia peculiar. Cuando se sintoniza más nítidamente, la señal antigua no solo lleva consigo los ecos de una banda de rock de la era pre-apocalíptica, ¡sino también a alguien pidiendo un pedido de pizza completa con queso extra y masa fina!
Estamos hablando de una transmisión perdida en el tiempo que, de alguna manera, ha conseguido abrirse paso a través del espacio-tiempo, o al menos eso creemos en nuestro alegre Halloween post-nuclear. Los rumores dicen que esta señal había estado vagando, rebotando en cada antena oxidada que encuentra, muriendo y reanudándose como un vagabundo espectro electromagnético.
Ahora, antes de que pienses que solo es un bromista del Yermo con mucho tiempo libre y una grabadora de cinta vieja, escucha esto. Los restos de tecnología de comunicaciones suelen jugar malas pasadas.
Sabemos que la era pasada estaba llena de frecuencias todavía resonantes, y algunas se quedaron atrapadas en bucles sin fin, como la historia de esa chica que dejó un mensaje de voz y sigue esperando una devolución de llamada desde el cráter del olvido.
Pero ah, esto de la pizza es diferente. Se especula que podría ser una campaña publicitaria súper secreta de una pizzería olvidada cuyo aroma atrajo a clientes incluso a través de los confines del apocalipsis. O era simplemente un bromista del pasado que, sin querer, exportó su pedido socialmente lejano al futuro.
¿Quién sabe? Quizás los necrófagos y supermutantes se den una tregua y se sienten a la mesa para disfrutar de una Margherita antes de continuar con su destructiva jornada.
Esto es lo hermoso y lo extraño del Yermo, la magia inexplicable que ronda cada choque de interferencias y cada silbante eco en las transmisiones de una noche estrellada. Recuerda amigo oyente, en el Yermo, cada interferencia es un recordatorio que incluso en los tiempos de antaño, la humanidad aún anhelaba un bocado caliente de normalidad, incluso cuando todo se desmorona a su alrededor.
Así que, la próxima vez que estés girando el dial, buscando sintonizar algo de música decente entre las tormentas de radiactividad, ten presente que quizás, solo quizás, esa señal crepitante que escuchas provenga de alguien en el pasado que simplemente deseaba su dosis de felicidad en forma de rebanada de pizza. Y quién sabe, ¡puede que sea tu vecino de setenta años de hace tan solo unos días o una voz lejana pidiéndonos, a nosotros, un poquito de atención!
¡Mantente en sintonía, y como siempre, mantente a salvo o al menos lleno de queso derretido!
¡Espero que te diviertas compartiendo esta historia con tus oyentes del Yermo! Con un poco de humor post-apocalíptico, seguro que captará su atención.
¡Buenas, habitantes del Yermo! ¡Aquí Rex Reverber trayéndoos una historia de esas que nos hacen reflexionar sobre los misterios de la humanidad! Hoy os traigo un peculiar hallazgo que nos remonta a una época anterior al Gran Resplandor. Se trata de un diario de un prebélico, alguien que vivió antes de que las bombas cayeran. Sin más preámbulo, vamos a adentrarnos en los entresijos de este fascinante descubrimiento.
En medio del Yermo, rodeado de mutarachas y restos esqueléticos de un mundo que ya no existe, se encontró un diario enterrado bajo los escombros de lo que quizás fue una casa. Este diario, sorprendentemente bien conservado, perteneció a Samuel J. Coventry, un hombre común de los tiempos prebélicos, que como todos nosotros, lidiaba con sus propios demonios diarios. Y qué sorpresa resultó para los saqueadores que lo encontraron al descubrir que sus entradas estaban llenas de una ardiente aversión por los jueves.
Samuel, como se reveló en sus escritos, veía los jueves como un día de continuas desilusiones. Estos días eran, para él, la antesala cruel del fin de semana, un recordatorio persistente de lo mucho que aún le quedaba por aguantar antes de poder relajarse. Cada entrada de diario comenzaba con la fecha, seguida de variopintas quejas sobre las pequeñas calamidades que parecían reservarse exclusivamente para ese día. «Jueves otra vez», escribió en una entrada particularmente animada, «como si el universo conspirara para hacerme caer por el tobogán de la desesperación».
Para Samuel, los jueves eran el día en que sus experimentos en el garaje fallaban, cuando su jefe decidía alargar las reuniones sin fin, y cuando el café de la oficina sabía particularmente rancio. Pero lo que realmente destaca en este diario no es solo su aversión específica a un día de la semana, sino cómo transforma este desprecio en reflexiones más profundas sobre la naturaleza de la rutina y nuestra relación con el tiempo. Aunque parezca trivial, Samuel usa los jueves como una metáfora de la monotonía de la vida en un mundo que él intuía, se encontraba al borde del colapso.
En el contexto de su vida prebélica, donde las amenazantes sombras de la guerra y conflictos lejanos apenas hacían mella en su día a día, es fascinante observar cómo una percepción tan concreta de un día de la semana podría desencadenar reflexiones sobre la vida misma. Es un recordatorio de que los humanos, no importa la época, siempre encontramos maneras de quejarnos del día de nuestra semana que nos resulta más incómodo.
Este diario también deja entrever la sencilla humanidad de aquel entonces, viviendo sin el conocimiento del inminente apocalipsis que estaba por desatarse. Es casi conmovedor pensar que Samuel, con todas sus pequeñas y grandes preocupaciones, desconocía que su mundo cambiaría para siempre.
En un mundo donde la supervivencia es dura y el pasado suele desaparecer entre el polvo y el óxido, encontrar el diario de Samuel es como una cápsula del tiempo, un recordatorio del tejido humano que todos compartimos a lo largo de los siglos. Mientras conocemos más sobre nuestros predecesores, reflexionamos sobre las pequeñas luchas diarias que aún tenemos hoy y cómo, al fin y al cabo, todos somos parte de esta misma gran historia que llamamos vida.
Espero que esta historia os inspire a reflexionar mientras os enfrascáis en vuestro viaje por el Yermo. Y recordad, incluso en los días más grises, hay un destello de humanidad que brilla a través. ¡Hasta la próxima transmisión, seguidores de Radio Rad Yermo! ¡Cuidaos y mantened esas chapas a salvo!
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