Desde las entrañas resecas del Yermo, donde la cordura suele evaporarse con el calor y la lógica ha sido sustituida por superstición mutante, nos llega una historia digna de nuestra sección favorita: «No nos lo inventamos, lo juramos.»
Un nuevo culto ha brotado —literalmente— en las tierras baldías de la antigua zona cero de Los Pozos Suspirantes.
¿Su figura sagrada?
Un cactus que habla.
Y no solo habla, da consejos, escupe espinas… y exige hummus.
El ascenso de la fe clorofílica
Cada luna llena, los fieles del Culto del Cactus Parlante, vestidos con túnicas tejidas de sacos de patatas y cable eléctrico, se arrodillan en silencio frente al arbusto divino, esperando que el Gran Espinoso les escupa sabiduría… o al menos una pista sobre qué hongos no comer.
“Me dijo que dejara a mi pareja y me enfocara en recolectar tapones… ¡Y funcionó!”, afirma Luzbel Tragasoles, una seguidora devota que asegura haber recibido “dirección emocional y digestiva” del ente vegetal.
El cactus, apodado por sus adoradores como “El Sábio Verde del Silencio Pinchoso”, parece comunicarse en una mezcla de gruñidos, palabras antiguas y eructos etéricos que sus acólitos interpretan como mensajes divinos. A veces también se oyen frases como:
“No pongas todas tus ratas en una misma trampa”
o
“Los mutantes que rugen mucho, cocinan mal el guiso”.
¿Por qué hummus?
Aquí entra lo inexplicable: el culto exige que todo iniciado traiga una ración generosa de hummus como ofrenda al cactus.
Sí, hummus. Esa pasta de garbanzo ancestral, suave, misteriosa y profundamente irrelevante para un cactus.
Pero al parecer, el Gran Espinoso emite un leve zumbido de placer cada vez que le untan una pizca en la base. ¿Simbólico? ¿Nutricional? ¿Un fetiche botánico? Nadie lo sabe.
Lo que está claro es que desde la aparición del culto, el comercio de garbanzos ha aumentado un 800%, convirtiendo a los recolectores de legumbres en los nuevos magnates del Yermo.
Ritos, revelaciones y pinchazos místicos
Durante las ceremonias mensuales, los fieles rodean al cactus en círculos concéntricos mientras entonan cánticos guturales con ecos de comerciales prebélicos. Algunos aseguran haber tenido visiones:
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Uno vio a su abuela bailando con un deathclaw.
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Otro dice que entendió el propósito de su vida: cultivar cilantro mutante.
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Y un tercero asegura que el cactus le explicó el final de “Perdidos” mejor que ningún foro.
Eso sí, todo se hace con cuidado… porque quien interrumpe al cactus es castigado con una ráfaga de espinas estratégicamente dirigidas a la dignidad.
Rex Reverber medita:
“En un mundo donde un supermutante puede abrir una guardería y una tostadora canta rock and roll… que un cactus parlante lidere un culto espiritual no solo es lógico… es poéticamente inevitable.”
Así que ya sabéis, amigos de la desesperación radiactiva:
si algún día camináis por el Yermo y escucháis una voz grave y susurrante que os habla desde una planta con mala leche y sed de hummus… no huyáis. Acercaos. Preguntadle algo. Y llevad pan de pita.
🎙️ Seguiremos informando desde Radio Rad-Yermo, donde cada espina es una bendición… y cada creencia es perfectamente absurda.